¿Han alguna vez conocido a una pareja cuyo matrimonio parecía brillar, venga lo que venga? La intimidad crea ese brillo. Es la base de todo matrimonio exitoso. Tristemente, muchas parejas han perdido esa intimidad. En vez de un brillo, experimentan un frío contante. Y, como personas frías de todas partes, lo cubren para protegerse.
En una encuesta de parejas casadas, el terapista familiar, Stuart Johnson, verificó la importancia de la intimidad en un matrimonio exitoso. Encontró que todas las parejas felizmente casadas desarrollaban la intimidad en cuatro áreas vitales:
- Intimidad verbal: hablando juntos y entendiéndose
- Intimidad con acción: hacienda cosas juntos que a los dos les gusta
- Intimidad en resolver problemas: encontrando soluciones sabias y factibles a retos comunes
- Intimidad sexual: amor sexual que estimula y satisface a los dos
Como seguidor de Jesús, agregaría otra expresión vital de intimidad:
- Intimidad espiritual: un amor por Dios unido y el deseo de agradar a Dios en todo.
Las maneras específicas que cada pareja casada experimente intimidad en todas las áreas será diferente dependiendo de sus personalidades, su estilo de vida, y la etapa de sus vidas. Pero se encontrarán en todo matrimonio vibrante.
Si esta intimidad puede hacer tanto para un matrimonio, ¿por qué tantas parejas no la experimentan? Veremos eso en detalle en otras secciones de este estudio. Por ahora, aquí hay una respuesta corta y esencial: Parejas no experimentan intimidad porque, en nuestra condición humana presente, la intimidad ni es fácil, ni es automática.
¿Cuál es la verdadera causa de nuestras frustraciones en el desarrollo de la intimidad? Para ayudarnos a entender esto, veamos la historia de Adán y Eva. Lo puede leer en Génesis, capítulos uno al tres, pero para ahora, aquí el resumen de la historia: Dios creó al hombre y a la mujer perfectos e inocentes. Los hizo vivir juntos como una carne, una condición única al matrimonio y la expresión más cerca posible de intimidad humana. Aunque estuvieron desnudos, absolutamente descubiertos el uno del otro, sentían ninguna vergüenza y ninguna necesidad de esconderse. Suena perfecto, ¿verdad? Y así fue. Pero no por mucho tiempo.
Dios quería gente genuina y no robots, entonces creó a esa primera pareja con la capacidad de hacer decisiones, fueran buenas o malas. Finalmente, hicieron una mala decisión. Esa decisión mala fue de ignorar el mandamiento de Dios, causó que el pecado entrara a la raza humana. El pecado afectó a todo, incluyendo su relación. Dios había dado a Adán y a Eva una restricción: que no comieran de cierto árbol. Pero el diablo hace lo que siempre hace. Los tentó, asegurándolos que Dios les había mentido y que estaba guardando algo bueno para ellos. Entonces comieron la fruto que Dios les había prohibido.
El momento que probaron esa fruta prohibida, sintieron una emoción que nunca antes habían conocido. Esa emoción fue culpa. Les hizo desear cubrirse, esconderse el uno del otro y de Dios. ¿Pueden ver la diferencia? Antes del fruto, la intimidad era automática. No tenían razón por la cual esconderse ni de temer. Después de comerla, llegó la culpa, y con esa culpa, sospecha y separación. Lo que antes era tan fácil, sin preocupación ni pregunta, ahora volvió en algo tan difícil que sin duda parecía imposible.
Ni uno de nosotros conocemos los detalles íntimos de la relación de Adán y Eva. No sabemos cómo hablaban, cómo reían, o hacían el amor. Pero sabemos que por primera vez sentían la necesidad de cubrirse y esconderse. Traten de imaginar eso. Traten de imaginar los sentimientos de culpa por primera vez. No es fácil, porque nunca hemos conocido la inocencia inmaculada de ese primer hombre y esa primera mujer. Hemos vivido toda nuestra vida escondiendo.
La gente se está muriendo por la intimidad verdadera. Pero por razón del pecado, hay fuerzas dentro de nosotros que frustran nuestros esfuerzos para conseguirla. Esta es la condición humana. Muchas veces lo que queremos y necesitamos, tememos y resistimos. De hecho, el meollo de la culpa es un temor de, y expectativa de, el rechazo. El psicólo Paul Gilbert describe la culpa como “…la forma extrema del temor de la pérdida de aprobación”.
Junto con la culpa llega la sospecha. Nos es difícil confiar y constantemente nos preguntamos lo que otros piensan de nosotros. Y, como la culpa y la sospecha tienden a causan aislamiento, nos encontramos retirándonos el uno del otro, causando la separación.
Culpa, sospecha y separación. Estos tres obstáculos a la intimidad forman la base de nuestros temores en cualquier relación, sea con Dios, amigos, o cónyuges. Ahora tal v ez entendemos porqué la intimidad es tan difícil de desarrollar y mantener. Todos somos humanos escondiéndonos, temerosos de reveler cómo de verdad somos.
Piensen, actúen, oren
1. Temprano en su matrimonio, ¿qué tipo de intimidad les fue más fácil para ustedes?
2. ¿Cuál tipo de intimidad ha sido la más difícil de desarrollar y mantener?
3. Piensen de algunas de las maneras que han visto los efectos de la culpa, la sospecha y la separación en su matrimonio. ¿Cuáles son algunas de las maneras que esas tres condiciones frustran la intimidad en su matrimonio?